Más que una costumbre, el chimo es parte del legado del llanero, utilizado para espantar el frío y aliviar dolencias.

En los vastos llanos donde el frío de la madrugada cala hasta los huesos, los llaneros han encontrado en el chimo un aliado infalible. Esta pasta negra, de fuerte sabor y efecto estimulante, ha acompañado a generaciones de jinetes y trabajadores del campo. Masticar chimo no solo ayuda a calentar el cuerpo antes de comenzar la faena, sino que también forma parte de los momentos de camaradería entre los hombres y mujeres del llano.
En reuniones bajo la sombra de un samán, en medio de una charla amena, es común ver a los llaneros compartiendo pellas de chimo, pasando el tiempo mientras narran historias o planean la jornada. También en los viajes solitarios, cuando el jinete atraviesa la sabana a caballo, el chimo es su compañía, proporcionando energía y distracción en la inmensidad del paisaje.
El uso del chimo tiene raíces indígenas, pues las comunidades originarias lo empleaban para protegerse de animales venenosos y aliviar dolencias. Se dice que colocando una pequeña porción de chimo en la cabeza de una serpiente, esta muere. También es eficaz contra garrapatas, pues al aplicar una pella sobre la piel, el insecto se desprende. Incluso en heridas, como las causadas por el puyado de una raya, el chimo ayuda a minimizar el dolor y acelerar la recuperación.
A pesar de la fuerte asociación del chimo con la identidad llanera, no todos lo mastican. Existe el dicho de que «el llanero que no come chimo, no es llanero», pero esto no es más que un mito. La llaneridad no se mide por costumbres individuales, sino por el arraigo a la cultura, el amor por la tierra y el respeto por sus tradiciones. Como buen llanero, puedo decir con orgullo que, aunque nunca he masticado una pella de chimo, llevo en mi sangre el espíritu del llano.
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Ingles
Chimo in Llanero Tradition
More than a habit, chimo is part of the Llanero legacy, used to fend off the cold and relieve ailments.
In the vast plains where the early morning cold seeps into the bones, Llaneros have found an unfailing ally in chimo. This black paste, with its strong taste and stimulating effect, has accompanied generations of horsemen and field workers. Chewing chimo not only helps warm the body before beginning a task but also plays a role in social moments among the men and women of the plains.
During gatherings under the shade of a saman tree, amidst lively conversations, it’s common to see Llaneros sharing chimo pellas, passing the time as they tell stories or plan their work. Even on solitary journeys, when a rider crosses the plains on horseback, chimo serves as a companion, providing energy and distraction in the vast landscape.
The use of chimo has Indigenous roots, as native communities used it to protect themselves from venomous animals and relieve ailments. It is said that placing a small portion of chimo on a snake’s head can kill it. It is also effective against ticks—applying a pella to the skin makes the parasite detach. Even for wounds, such as those caused by a stingray’s barb, chimo helps reduce pain and speed up recovery.
Despite the strong association of chimo with Llanero identity, not all Llaneros chew it. There’s a saying that «a Llanero who doesn’t chew chimo isn’t a true Llanero,» but this is just a myth. Being Llanero isn’t measured by personal habits but by one’s connection to the culture, love for the land, and respect for traditions. As a proud Llanero, I can say that even though I have never chewed a pella of chimo, I carry the spirit of the plains in my blood.
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