
El hombre llanero, que hoy medita sobre las épocas de antaño, recuerda con nostalgia los días en que las vastas sabanas comunales eran el escenario principal de su vida diaria. En aquellos tiempos, las tierras no tenían cercas ni dueños específicos, y todos podían usar la tierra para pastar su ganado. El llanero era un jinete experto, pasando largas horas montado en su caballo, cuidando y guiando a sus animales a través de las extensas llanuras. Los caballos no solo eran sus compañeros de trabajo, sino también una extensión de su ser, esenciales para moverse con rapidez y eficiencia en el vasto llano.
Uno de los aspectos más destacados de la vida del llanero era el trabajo con el ganado. Desde muy temprano en la mañana, se dedicaban a marcar, alimentar y cuidar de sus vacas y toros. Estas actividades requerirían un conocimiento profundo de los animales y una gran habilidad para manejar situaciones difíciles, como curar heridas o enfrentar el mal tiempo. El hombre llanero desarrolló una conexión especial con cada uno de sus animales, conociendo sus comportamientos y necesidades.
Las tasajeras de carne eran otra parte fundamental de la vida llanera. En los patios de las casas, las cortas familiasban la carne en tiras y la colgaban para secar al sol. Este método de conservación no solo permitiría almacenar la carne por más tiempo, sino que también le conferiría un sabor distintivo. Las tasajeras eran un símbolo de autosuficiencia y de la habilidad para utilizar los recursos disponibles en el entorno natural.
El arreo de ganado era una de las tareas más desafiantes y emocionantes que realizaba el llanero. Este proceso implicaba mover grandes rebaños de un lugar a otro, a menudo recorriendo largas distancias. Los arreos requerían una gran coordinación y esfuerzo físico, así como un profundo conocimiento del terreno. Durante estos viajes, los llaneros demostraron su destreza como jinetes y su capacidad para trabajar en equipo, guiando al ganado de manera segura a través de ríos, montañas y vastas planicies.
Con el paso del tiempo, muchas de estas prácticas han desaparecido o se han transformado debido al modernismo. Las sabanas comunales han sido divididas y cercadas, el trabajo con el ganado se ha tecnificado, y las tasajeras de carne han sido reemplazadas por métodos modernos de conservación. El hombre llanero, al reflexionar sobre estos cambios, siente una mezcla de nostalgia y melancolía. Aunque el progreso ha traído mejoras en muchos aspectos de la vida, también ha sepultado bajo su manto muchas de las tradiciones y costumbres que definieron la esencia de la vida llanera.
En resumen, la vida del hombre llanero de antaño era una existencia de trabajo duro, habilidad y conexión profunda con la naturaleza. Hoy, mientras medita sobre esos tiempos pasados, no puede evitar añorar la simplicidad y la belleza de una vida que, aunque exigente, estaba llena de sentido y propósito.