Un encuentro misterioso en el monte hace reflexionar sobre las creencias sagradas del llano y sus advertencias ancestrales.

Una tarde de Jueves Santo, día grande de la Semana Mayor, un viejo cazador se adentró en el monte con su perro. Ignoró las voces de prudencia y tradición, y se dejó llevar por el instinto de cazar.
Entre la espesura del monte, bajo la ramazón, divisó a un chiguire sentado de medio perfil. Se le veía la cabeza y parte del cuerpo, quieto como esperando algo. El cazador lo enfocó con su mira, y apuntó al cachete, seguro de tenerlo a tiro limpio. Pero antes de accionar el disparo, el animal lo miró… y sus ojos se tiñeron de rojo profundo, como si el mismo infierno lo hablara con la mirada.
El hombre sintió un frío extraño que le recorrió el alma. Apretó el arma contra su pecho y salió huyendo con el perro detrás, como si algo lo persiguiera sin tregua.
Nunca explicó lo que vio. Solo se sabe que desde entonces, la gente del pueblo comenta que fue un castigo por desobedecer el respeto sagrado del Jueves Santo. Una historia que quedó como advertencia… y como reflejo del vínculo entre creencia, monte y hombre.
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