Un llanero que encarna el respeto, la tradición y la vida en las sabanas araucanas.

En las vastas sabanas araucanas, donde el horizonte se confunde con el cielo y el viento susurra historias de antaño, vive Don Francisco Parales. Un llanero auténtico, de esos que crecieron entre el monte y el ganado, forjando su destino con esfuerzo y honor. A sus 85 años, es un testimonio viviente de las costumbres y valores que dieron identidad al llano.
Desde niño, aprendió el respeto como un principio sagrado. Pedía la bendición con el sombrero en la mano y la rodilla en tierra, mostrando reverencia a sus mayores. Era un gesto que no solo hablaba de educación, sino del profundo reconocimiento a quienes le dieron la vida y lo guiaron en sus primeros pasos. Hoy, sus recuerdos son un espejo de tiempos donde la palabra tenía peso y el respeto no era opción, sino norma.
Trochador incansable, conoció las sabanas en su esplendor y en su rudeza. Atravesó montes y caños tanto en invierno como en verano, sin que cercas o linderos detuvieran su andar. Prefería la noche para evitar el sol abrasador del día, y encontraba en la penumbra el alivio de su jornada. Cuando en medio de la inmensidad se topaba con otro llanero, la soledad se disipaba en una charla amena, compartiendo historias al calor de la amistad sincera.
Peón de los grandes hatos, domador de caballos cerreros y conocedor de las vaquerías, su vida estuvo marcada por la nobleza del trabajo duro. No conoció relojes ni prisas, solo el ritmo natural del llano, donde el alba marcaba el inicio de la faena y el ocaso el momento del descanso. Pero si algo distinguía a Don Francisco era su sentido del honor. Cuando enamoró a Rosa Josefina Moreno, lo hizo como mandaban las reglas de antaño: visitándola en presencia de sus padres, con respeto y dignidad. No hubo besos furtivos ni prisas impacientes, pues en su tiempo, el amor se construía con paciencia y compromiso. Hoy, tras 50 años de matrimonio, aún caminan juntos, rodeados de hijos y nietos que son testigos de su legado.
Don Francisco Parales es más que un hombre; es la historia misma del llano, un maestro silencioso que nos recuerda la importancia de la humildad, la perseverancia y el respeto. Su vida nos deja una enseñanza clara: en un mundo que cambia con rapidez, conservar las raíces es el mejor homenaje que podemos hacerle a nuestra tierra y a quienes la forjaron con su ejemplo.
Ingles
Don Francisco Parales: A Guardian of Llanero Traditions
In the vast plains of Arauca, where the horizon stretches endlessly, lives Don Francisco Parales, an 85-year-old llanero who embodies the essence of tradition and respect. He belongs to that generation of men who, with unwavering humility, would ask for their parents’ and elder siblings’ blessings with their hats in hand and one knee on the ground, a gesture of deep reverence.
Don Francisco has roamed the plains in every season, through rainy and dry spells, day and night, without boundaries or fences stopping him. He preferred traveling under the stars, avoiding the scorching sun of the dry season. He recalls the joy of encountering another llanero in the middle of the plains at night, for it meant sharing companionship and conversation, turning the solitude of the journey into a moment of camaraderie.
A true expert of the plains, Don Francisco worked as a laborer on various estates, mastering the arts of horse taming, cattle herding, and all the traditional tasks of the llanero. He was a man of honor, who courted his bride under the watchful eyes of her parents, never daring to kiss her until he had taken her as his wife. He married Rosa Josefina Moreno fifty years ago, and by God’s grace, they are still together, surrounded by their children and grandchildren, passing down the wisdom and values of the llanero way of life.
His story is a living legacy, reminding us of the importance of preserving our roots, respecting traditions, and embracing the values that define the llanero identity. In an era where modernity often overshadows heritage, Don Francisco Parales stands as a beacon of the past, a reminder of the strength, dignity, and honor that shaped the llanero spirit.